AVE FÉNIX
Perfilada con pluma fina,
diseñada a carboncillo,
boceto de una gran historia,
más que una libro de bolsillo.
Finas espigas de rubio trigo
adornan su cabellera,
y un manto de pura seda,
tallan un cuerpo casi lírico.
De tez entre dulce y tierna,
rosácea como la rosa blanca,
frágil como la esperanza
y firme clavada a la tierra.
Deja que el mundo siga y pase,
y casi como el que ansía
se aferra y quiere aprender de él,
como quien grava en sí una melodía.
Deja que la vida siga y le muestre,
lo que para sí le tiene guardado,
ver de las cenizas que ha enterrado
como el ave fénix renace y se crece.
Luciendo un delicado y fino tallo,
como delgada pero esbelta rama de trigo,
que en apariencia el viento ha doblegado
pero que vuelve y surge con más brío.
Paso corto, firme y seguro,
como talla la mano del escultor
a golpes pequeños grandes rasgos
la marcada figura de un luchador.
Hoy contemplo la firme escultura
que la propia vida fuese quien labrara,
y veía en sí más que una aventura
la veía como si de una historia se tratara.
Se que su templanza
la guarda su sonrisa,
como el buen perfume
se esconde entre la brisa.
Se que su talante
va en su condición,
como su semblante
en su persuasión.
ANA ESTHER GONZÁLEZ GONZÁLEZ
LA LAGUNA 30-11-2005
Perfilada con pluma fina,
diseñada a carboncillo,
boceto de una gran historia,
más que una libro de bolsillo.
Finas espigas de rubio trigo
adornan su cabellera,
y un manto de pura seda,
tallan un cuerpo casi lírico.
De tez entre dulce y tierna,
rosácea como la rosa blanca,
frágil como la esperanza
y firme clavada a la tierra.
Deja que el mundo siga y pase,
y casi como el que ansía
se aferra y quiere aprender de él,
como quien grava en sí una melodía.
Deja que la vida siga y le muestre,
lo que para sí le tiene guardado,
ver de las cenizas que ha enterrado
como el ave fénix renace y se crece.
Luciendo un delicado y fino tallo,
como delgada pero esbelta rama de trigo,
que en apariencia el viento ha doblegado
pero que vuelve y surge con más brío.
Paso corto, firme y seguro,
como talla la mano del escultor
a golpes pequeños grandes rasgos
la marcada figura de un luchador.
Hoy contemplo la firme escultura
que la propia vida fuese quien labrara,
y veía en sí más que una aventura
la veía como si de una historia se tratara.
Se que su templanza
la guarda su sonrisa,
como el buen perfume
se esconde entre la brisa.
Se que su talante
va en su condición,
como su semblante
en su persuasión.
ANA ESTHER GONZÁLEZ GONZÁLEZ
LA LAGUNA 30-11-2005
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